Amor. Sí, suena tópico pero es lo único que hay. Lo único que queda. Lo único que puede salvarnos. Y en este punto de este pensamiento, de esta reflexión es donde aparece el miedo.
AMAR. Observo el mundo, cómo nos relacionamos con él, cómo nos relacionamos con nosotres mismes, cómo nos relacionamos con las demás personas de nuestra vida. En nada de eso hay AMOR.
El miedo se agarra al pecho con fuerza porque es algo tan sencillo. Es nuestra naturaleza, aunque muchos filósofos no piensan eso porque en la historia de la humanidad parece que el amor se haya extinguido. Que no sabemos amar y muchísimo menos AMAR.
Pero yo no pienso eso. Es más. No siento eso. Tal vez nos hemos olvidado de AMAR. Pero podemos recordar cómo hacerlo.
En estos últimos dos años creo que estoy empezando a comprender qué es AMAR. Aunque me queda mucho por recordar, por cambiar, por integrar, por sacar fuera de mí…
En estos dos años de investigación acerca del placer, he aprendido que el placer y el amor van de la mano. De hecho están tan unidos que comienzo a pensar que en su esencia son lo mismo y que para sobrevivir a este caos que hemos creado, a este sistema atroz antinatural y antihumano, los hemos tenido que separar.
A nivel físico, son lo mismo. Las mismas hormonas se derraman en cascadas creando oleadas que llegan a nuestro torrente sanguíneo avisando a nuestro cuerpo que salimos del estado de alarma y podemos respirar tranquiles y disfrutar. La oxitocina, serotonina y endorfinas fluyen y se retroalimentan creando un estado maravilloso del que no queremos salir.
En este estado sentimos esa felicidad que tanto buscamos. Sentimos paz, confianza, seguridad. Una especie de estado empoderado extraño, donde lo último que nos importa es el poder mismo. Un estado que sentimos primordial, animal, instintivo, natural. Donde no hay riña, hay permiso. Donde no hay lucha, hay certeza y confianza. Donde no hay necesidad, hay deseo.
El camino del placer es el camino del amor. El amor propio, el amor a une misme, el amor a ti, a tu cuerpo, a quien eres, a quien has sido, a tus emociones, a lo que haces, a lo que sueñas. Y de ahí, solo de ahí, a los demás, a todo lo que te rodea, a la naturaleza, al mundo entero. Cuando amas el placer llega solo. Y cuando te permites el placer, el amor brota de tu cuerpo.
El Placer es permiso, es cuidado, es confianza, es libertad, es respeto. Y si el placer es eso, el amor, tal vez, sea lo mismo, ¿no?
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