Cuando comencé a abrirme de nuevo al placer, y no refiero a tener orgasmos o follar más… me refiero a comenzar a cambiar mi forma de vivir eligiendo el placer en mi vida y no el sacrificio. A poner la vida en el centro. A conectar con el placer en todo momento (que no es aún una realidad siempre en mi vida, estoy en ello). Me di cuenta de que el placer era en mi vida una limosna a la que me abrazaba como un salvavidas para poder seguir “no viviendo”.
El concepto de aguanta el día como puedas y luego “de premio” te dedicas un ratito a hacer lo que te gusta o a cuidarte es horrible.
¿Te lo has planteado alguna vez? Cierra los ojos y respóndete con sinceridad ¿Cuánto tiempo consideras que te dedicas a ti al día?
Nos montamos al carro de una forma de vivir ya estandarizada, a caminar un camino ya trazado, el camino correcto, el camino seguro, porque en esta sociedad hay que hacer las cosas de una determinada manera. Y esa manera es olvidándote de ti para todo. Dejando tu disfrute y tu placer en una caja bajo la cama para poder abrazarla por la noche 5 minutos antes de dormir para no morirte de tristeza, de rabia, de apatía.
Usamos el placer como una droga dura que nos evade de una realidad que hemos creado, de una vida que elegimos todos los días al levantarnos.
Y puedes pensar, “claro, qué fácil es hablar desde su lugar, desde su vida ideal”. Pues no. Mi vida no es ideal. No lo ha sido muchas veces (aunque soy consciente de lo afortunada que soy en muchísimos sentidos). Yo he tenido que elegir, he tenido que soltar la seguridad del camino trazado (y lo hago todos los días al levantarme), hacer del miedo mi mejor amigo y andar entre tinieblas muchas, muchísimas veces, con la sensación de no saber a dónde voy.
Todo comienza con una pequeña elección. No hace falta grandes cambios, no hace falta soltarlo todo en tu vida (o sí) para conectar con el placer, para dejarle un lugar importante en tu vida. PARA. RESPIRA. ELIGETE.
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