Me entra agobio por mis contradicciones. A veces me encuentro super activa creando proyectos nuevos y motivaciones y otras me cago en todo esto. Sí, porque me paro a ver todos mis escritos, bocetos, listas de ideas (preciosas, sí) y me paro a ver el mundo y me pregunto¿para qué? ¿esto es lo que realmente quieres?
Hoy me pregunto ¿qué es lo que quiero de verdad y cómo puedo crearlo? Y la impotencia vuelve a mi cuerpo, tensándome de nuevo. Quiero otro mundo. Todo lo que he hecho en mi vida es dirigido a crear otro tipo de mundo, de relacionarnos, de estar, de sentir, de compartir, de vivir. Porque realmente creo que otra forma es posible y añado que no solo es posible, es necesaria.
Ahora el sistema tiembla. Se tambalea como un castillo de naipes y me pregunto ¿qué puedo hacer para no contribuir a su reconstrucción?
Me entra agobio porque conecto con el miedo. Mi gran y viejo amigo el miedo. Y si hago lo que creo que tengo que hacer, lo que quiero hacer y luego el sistema se recupera, se restablece y me quedo atrás. ¿atrás de qué? Pues del sistema, de la economía. Y la miro. Miro a mi pequeña viajera del espacio reír y jugar con su padre y el miedo crece.
No sé cómo hacerlo porque hay miedo en las dos direcciones. Miedo a no hacer lo que siento y apoyar a un sistema atroz que está terminando con nuestra especie. Tengo demasiada imaginación y puedo ver en mi mente escenarios horribles en los que podemos encontrarnos en unos años.
Pero también me da miedo la otra opción. Usue es tan pequeña aún. Es una lucha contra un gigante demasiado grande, que ahora está enfermo y débil, pero me sigo sintiendo demasiado pequeña para arriesgar una “seguridad” que aún siento es importante.
Y lo estoy escribiendo porque escribir, así, sin pensar, solo soltar sin mucho orden y coherencia me ayuda a ordenar ideas y a sentirme en ellas. Y lo escribo llorando. Lloro el agobio, la maldita responsabilidad de sentir que tienes la vida de tu hija en tus manos y que todo lo que decidas va a afectar a su vida inevitablemente.
¿y qué hago hoy? ¿sigo creando o proyectando en una dirección o en la otra? me doy cuenta de lo difícil que me es soltar esa falsa seguridad. Y me pregunto, si es falsa ¿de qué me sirve aferrarme a ella? ¿de qué le sirve a mi hija que me quede y que siga?
Mi yo rebelde grita dentro de mí. Desde siempre lo he sido. De niña, de adolescente y ahora de adulta. Quiero dejarla salir, a pesar del miedo.
Siempre he sabido que las cosas no iban a cambiar desde arriba. Tienen que venir desde abajo. Y no me refiero con estos términos a una jerarquización que sienta real ni natural, es la jerarquía inventada por el sistema para someternos, para que nos sintamos menos “poderosos” e incapaces de desmontar este castillo de naipes. Pero me sirve para entenderme porque es el lenguaje que seguimos usando.
Estamos viendo como un ligero movimiento de la base es capaz de hacerlo temblar. Y el sistema va a intentar sobrevivir y para ello va a ser más restrictivo, más violento, más sometedor (no sé si existe esta palabra, pero me da igual). Va a luchar para sobrevivir. Va a jugar con nuestro miedo. Es su mejor arma. La más usada a lo largo de la historia y la histeria de la humanidad.
¿y si nos hacemos amigos del miedo y comenzamos a elegirlo en vez de la seguridad? ¿y si el miedo es el que marca el camino correcto en sistema incorrecto, antinatural, antihumano?
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